A mi querida democracia: dejos de un compromiso olvidado.
Por Gabriel Vidal Nuñez.
OPINION05 de septiembre de 2022Karukinka NoticiasDos gatillos bastaron para trazar esa línea entre la patria y la antipatria. Tras décadas de conseguir el afamado oro como estado-nación, nuevamente el odio y la polarización estuvieron a una maquiavélica decisión de perder lo que tanto construimos. La vicepresidenta Cristina Fernández, tras su intervención en el Congreso de la Nación, volvió al recinto de su departamento en el barrio de Recoleta y fue atacada por un desconocido a mano armada en un intento de asesinato sin precedentes y ante la luz de todas las cámaras. Dos gatillos bastaron. El eco se proliferó rápidamente, la noticia se viralizó y el odio se acumuló.
Una de las principales razones: la crisis de representatividad. Desde 2015, el partido kirchnerista sufrió el primer síntoma de esta crisis que aún agobia las internas, y que fue la primera pata de estos largos años de sequía de líderes. En 2015, Juntos por el Cambio ganaba las elecciones en segunda vuelta con una amplia votación del sector de “los indecisos” y el voto castigo. Sin embargo, durante sus años de gestión, no pudo asegurar el principal aspecto para gobernar: la legitimidad. Mientras tanto, del otro lado de la vereda, las legislativa de 2017 retomaron el camino del hoy oficialismo para llegar a un 2019 sólido donde la seguridad en el triunfo ya estaba marcada. Pese a este escenario y la eminente victoria, el oficialismo nunca tuvo un liderazgo genuino fuera de la figura de Cristina. Los Massa, los Scioli y finalmente los Alberto Fernández fueron algunos de los intentos de retomar esa legitimidad que tanto se busca en el poder. Con un presidente que – fuera del contexto que tocó vivir en su gestión- no pudo avanzar en las principales cuestiones de agenda internacional, una situación económica fatal manifestada en más de 40% de argentinos bajo la línea de pobreza y una inflación interanual similares a la postcrisis de 2001, se le suma la falta de solidez en la comunicación y ejecución política; la debacle – nuevamente- sigue latente. En paralelo, la oposición tampoco encuentra las riendas de su representación y liderazgo donde sus principales actores no hallan la coherencia discursiva como oposición que tanto vale en la víspera de elecciones. Entonces, ¿A quiénes les hablan nuestros actores políticos?.
Con una economía en picada, determinante para corromper cualquier representación y liderazgo que pueda adjudicarse cualquier actor político, se generaron vacíos que fueron llenados rápidamente por una tercera voz. Si, la voz del descontento social. Este descontento está siendo apropiado y amoldado por lineamientos ideológicos políticos que van en línea con una tendencia global que abre sus brazos a la polarización y el odio.
Este discurso de odio va más allá del uno versus otros de la puja política. Este discurso de odio construye a su enemigo bajo la lógica de la violencia, este discurso de odio magnifica la vociferación de valores que no son inherentes a la patria que pensaron nuestros próceres (portación libre de armas, renuncia a la moneda nacional, relegamiento de facultades constitucionales, entre tantos mensajes). Finalmente, este discurso de odio necesita ejecución. El intento de magnicidio es la materialización de estos años de polarización, de años de señalar al otro como culpable sin pensar hasta dónde puede llegar el lenguaje.
Internacionalmente, la cuestión no cambia mucho. Hace poco más de un mes, la Naciones Unidas conmemoraba el primer Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio, sin embargo, la legislación internacional hace agua y el conflicto central entre el odio y la libertad de expresión parece algo incorruptible. Pero claro está, corromper con la democracia no es el camino.
Parece chiste saber que, tras conocerse la noticia, el responsable, el modus operandi y el showtime de los medios de comunicación, las voces partidarias continuaron con la polarización. Tenemos que defenestrar estos actos antidemocráticos y repensar las prácticas políticas bajo un modelo institucional que nuestra clase política haga bandera. Tembló nuestra democracia, aquellas voces de odio – ocultadas en la “libertad de expresión”- dieron marcha atrás a sus discursos para señalar nuevamente al “otro”. Sin embargo, es curioso que ahora todos los actores políticos hablen de la polarización de la sociedad, pero que solo es observable en el campo ajeno y nunca en el propio.
¿Qué nos toca pensar para estos próximos meses? La incertidumbre es mayor. Debemos esperar que el poder elegido democráticamente culmine con normalmente su mandato. Nos queda esperar líderes que puedan canalizar las demandas, contener y articular las relaciones entre actores sociales, políticos y económicos. Sin embargo, el parámetro es desalentador, la desilusión está latente, pero la democracia se convierte en nuestro mayor bien, no lo abandonemos.
¿Qué pasará tras este hecho? El uso político será eminente, de un lado o del otro, del oficialismo y de la oposición. Ya tenemos antecedentes de hechos similares, en 1991, el ex presidente Raúl Alfonsín fue víctima de un intento de asesinato durante un acto de campaña en San Nicolás. Tras el hecho, el discurso llegó y se realzó la voz de la democracia. En aquel momento, era otra Argentina, un país con sed de paz, construcción y cura de años oscuros de dictadura. Hoy no es el mismo escenario, y la polarización sabrá el rumbo de este hecho. Lo que sí sabemos, es que la frase sigue y seguirá siendo “Nunca Más”.
Por ello, nos toca reflexionar como sociedad, nos toca repensar si realmente entendemos el valor de tener un país libre, donde la opinión, la libre circulación y la libertad de pensamiento es bandera desde 1983. Sin embargo, dos gatillos bastaron para manifestar las consecuencias de la cultura del odio y la polarización. No cabe duda que lo ocurrido este jueves 1 de septiembre es un retroceso para nuestra vida democrática, otra vez faltamos al “con el objetivo de constituir una unión nacional y consolidar la paz interior”, tal como expresa nuestro plan de vida política en su Preámbulo. La democracia es el bien más rico que tenemos. Si no hay democracia, no hay patria. Si no defenestramos estos hechos, ¿De qué lado nos encontramos? Y hoy mi querida Argentina estás viviendo otro capítulo negro en tus hojas, una vez más.
Gabriel Vidal Nuñez
Periodista / Comunicación Social / Abogacía.