El PRO y el PJ enfrentan una crisis de liderazgos y dirimen sus internas en público con vistas al 2025.

Macri y Bullrich acentúan sus diferencias de cara a una eventual fusión con LLA. El encuentro del pasado viernes que alimentó especulaciones en torno a la ministra. La cruda interna en el peronismo provincial alrededor del liderazgo de Máximo Kirchner y el dilema por los “WhatsApp” cristinistas.

POLÍTICA16 de abril de 2024Karukinka NoticiasKarukinka Noticias

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“Se juntaron los que no tienen votos”, escribió el fin de semana un dirigente que trabaja junto a Patricia Bullrich en un grupo de WhatsApp que nuclea a colaboradores de la ministra. No circularon fotos -dicen que no se sacaron-, pero la propia funcionaria -recién vuelta de un viaje por los Estados Unidos- y su entorno más próximo tomaron nota del encuentro que Marcos Peña, que acaba de publicar su primer libro, propició en la noche del viernes en un reducto porteño con la vieja guardia del PRO, con Mauricio Macri como invitado estrella y Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal como dos de los principales asistentes.

El reencuentro de la histórica cúpula del PRO se dio en el porteño centro cultural Baikal, en Villa Crespo. Un grupo reducido de invitados y familiares se acercaron a acompañar a Peña en una charla íntima que moderó el economista Sebastián Campanario, y que el ex presidente escuchó con atención desde los sillones más próximos al ex jefe de Gabinete de Cambiemos. Una vez habilitada una breve tanda de preguntas, Macri fue el primero en pedir la palabra para consultarle a su ex jefe de Gabinete, con el que intercambia, cada tanto, mensajes y conversaciones.

En un ambiente muy distendido escuchaban, además del ex jefe de Gobierno porteño -se sentó al lado de Macri- y Vidal, ex funcionarios del gobierno macrista como Guillermo Dietrich, Andrés Ibarra, Nicolás Dujovne, Fernando de Andreis, Jorge Grecco, Mora Jozami, Hernán Iglesias Illa y Fulvio Pompeo, el senador Humberto Schiavoni y el empresario Hugo Sigman, dueño de la editorial que publicó “El arte de subir (y bajar) la montaña”, la opera prima del ex jefe de Gabinete del PRO. Algunos de ellos habían estado el fin de semana anterior en Los Abrojos, la quinta familiar de los Macri, para celebrar el cumpleaños 50 de Juliana Awada.

Hacía más de cuatro años, desde el fallido final del gobierno en el 2019, que Macri, Peña, Rodríguez Larreta y Vidal, los cuatro dirigentes que trabajaron en la expansión del PRO de la Ciudad al país y a la provincia de Buenos Aires en el 2015, no confluían en un mismo ámbito. Una coincidencia suficiente para los especuladores. “No fue un acto político, fue una charla íntima”, explicaron cerca de Peña una vez que el evento ya se había filtrado entre la dirigencia del PRO como una de las comidillas políticas del fin de semana.

Peña, que volvió a la escena pública hace más de una semana con una entrevista con este medio, jura que no tiene intenciones de dedicarse de nuevo a la política activa, y Macri y Rodríguez Larreta mantienen sus diferencias públicas y privadas que los enfrentaron hasta el distanciamiento en la última campaña presidencial. Sin embargo, la charla de este viernes bastó para que Bullrich, cada día más compenetrada con el proyecto libertario, y su entorno volvieran a machacar con las diferencias insalvables que separan a la ministra de la nueva conducción del PRO que tiene al ex presidente como su flamante jefe.

Bullrich no está dispuesta a alinearse con esa jefatura, y no quiere resignar la batalla cultural que propuso Milei cuando se hizo cargo del gobierno, un cambio de paradigma que Macri no pudo llevar a cabo cuando fue presidente. Para esa nueva era, el PRO es, para ella, una herramienta vetusta.

“La reaparición de Marcos no es inocente: no nos parece alocado pensar que Macri quiera retomar un PRO más moderado”, resaltó un dirigente cercano a la ministra de Seguridad. Agregó: “La línea tiene que ser clara, es la línea talibán de ir a fondo”. Es paradójico porque fue una de las razones que llevó a Rodríguez Larreta a rechazar sumarse a la nueva jefatura del PRO: dijo que Macri quiere “entregarle el partido” a Milei.

Más allá de la exageración -cerca de Peña insistieron en que la velada del viernes fue una reunión casual, aislada, motivada solo por la publicación de su primer libro-, Bullrich se aferra a cualquier suceso para marcar distancia con el nuevo presidente del PRO, y disputarle, de cara al próximo año, la eventual fusión entre ese espacio y La Libertad Avanza.

Bullrich saca chapa de su relación con Javier Milei. El presidente conoce a la perfección la interna entre ella y su antecesor, y exprime esa puja para revalidar su conducción. Desde que desembarcó en el gabinete libertario y se distanció de Macri, la ministra no hizo más que aceitar su vínculo con el jefe de Estado hasta convertirse en una colaboradora cercanísima. Mientras, se acercó a Karina Milei, la influyente secretaria General, y al consultor Santiago Caputo. Es decir, la triada que administra la gestión de gobierno.

Macri quiere afianzar su nivel de relaciones con ese triángulo del poder. Es cierto que arrastra un nexo personal y cercano con Milei, pero todavía no logró influir como él quisiera. La semana pasada, por ejemplo, recibió en su casa al estratega Caputo, sindicado puertas adentro como el delegado presidencial para administrar los pedidos del ex mandatario, inquieto por el rumbo de la gestión. En su entorno rechazan esa hipótesis: aseguran que sus tiempos son distintos a los del gobierno, y que no tiene ningún interés especial. Macri sabe de todos modos que la irrupción de La Libertad Avanza y el liderazgo arrollador del presidente lo someten a una compleja encerrona política que la ministra resolvió cuando se involucró de manera directa en el gabinete, y se concentró en capitalizar su gestión en Seguridad, bajo el lema del orden callejero, que la posiciona al tope de las encuestas de opinión pública.

El conflicto a cielo abierto entre Macri y Bullrich presenta una serie de interrogantes de cara al 2025. La administración de la relación con los hermanos Milei es uno de ellos. La escalada de esa disputa puede impactar de manera directa con la posible fusión que sectores del PRO y LLA proponen para las elecciones de medio término.

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En la ciudad de Buenos Aires, el bastión insignia del PRO, un distrito caro a los sentimientos del macrismo, ese enfrentamiento amenaza con incrementar la tensión interna. En paralelo, hay cada vez más versiones sobre el vínculo entre Jorge Macri y su primo, en torno a eventuales desavenencias de gestión. Karina Milei agregó hace dos fines de semana otro factor de discordia cuando desembarcó en ese territorio con un puñado de colaboradores para obtener la personería legal para La Libertad Avanza con el objetivo de independizarse de los partidos aliados para las elecciones legislativas.

El estilo de construcción de la secretaria General preocupa a propios y extraños. Macri no comparte sus métodos ni respeta su legajo profesional, pero entiende que la hermana del presidente es una pieza decisiva del nuevo esquema del poder político. La funcionaria ya había intervenido directamente en la ruptura de los bloques del Senado y de Diputados bonaerense de LLA, promovió la semana pasada, desde Estados Unidos, la salida de Oscar Zago de la jefatura de la bancada oficialista en la Cámara baja, y anoche había intensos movimientos en el bloque de la Legislatura.

El año próximo, además, se renuevan las tres bancas del Senado por la Ciudad. ¿Martín Lousteau va a querer renovar la suya? ¿Con qué aliados? ¿Puede propiciar un acuerdo con sectores moderados del PRO y hasta del peronismo? ¿Qué va a pasar con la banca que hoy ocupa Guadalupe Tagliaferri, alineada con el ex jefe de Gobierno porteño? Hay cada vez más versiones de una hipotética postulación de Bullrich que, según sus colaboradores, por ahora no ve con simpatía.

La tercera banca del Senado por la ciudad de Buenos Aires es la que hoy ostenta Mariano Recalde, de La Cámpora, otra vez reelecto como presidente del PJ porteño, que este lunes también desnudó públicamente la crisis de liderazgos en el peronismo y las peleas cada vez menos subterráneas, en particular en el corazón de la provincia de Buenos Aires.

“Hay que ayudarlo a Axel (Kicillof), no es momento de discutir liderazgos. Me parece extraño que (Andrés) ‘El Cuervo’ Larroque cuestiones los métodos de Cristina (Kirchner), no es a través del WhatsApp como él dice”, se despachó el senador ayer en la AM530 Somos Radio.

No es la primera vez que la plana mayor de La Cámpora y Larroque, alejado de la agrupación, se trenzan en una disputa de ese calibre. Pero la respuesta de Recalde a los dichos del ministro bonaerense del último sábado exhiben una sórdida disputa que atraviesa al peronismo provincial desde hace años y que apunta principalmente a Máximo Kirchner. Su jefatura es cada vez más cuestionada por diferentes sectores.

Larroque había hablado el sábado en un acto en San Vicente de conspiraciones y “cuestionamientos extraños” contra Kicillof, y se preguntó si la conducción de la ex presidenta Cristina Kirchner pasaba por “tres ñatos que te manden un WhatsApp”.

La defensa de “El Cuervo” sobre Kicillof no es nueva: desde que el jefe de La Cámpora activó una avanzada sobre el gobernador, el ministro bonaerense cerró filas con el mandatario y se alejó de la organización liderada por Kirchner. Pero la novedad en los dichos de Larroque es su alusión al método de conducción de la ex presidenta, que montó otra vez su centro de operaciones en el Instituto Patria, por el que desfilan desde intendentes, legisladores y sindicalistas hasta gobernadores.

Para la ex presidenta, de todos modos, la relación tortuosa entre su hijo y Kicillof siempre fue un tema tabú. La ex vicepresidenta conoce a la perfección la lista de detractores que cuestionan la jefatura de Máximo Kirchner al frente del PJ provincial.

Ayer, en despachos camporistas se preguntaban a quién se había referido Larroque con los “ñatos” del “WhatsApp”. Una teoría apuntaba a Mariano Cabral, el secretario de la ex presidenta. ¿O aludía al propio Kirchner?

Lo cierto es que el ministro provincial no es el único que se atrevió a criticar públicamente al fundador de La Cámpora. El domingo, Mario Secco, de Ensenada, uno de los intendentes que más se referenció en la ex presidenta en todos estos años, también mencionó “los mensajes por WhatsApp” que Cristina Kirchner envía “a través de otros compañeros”, y dijo que los que la rodean “terminan haciendo pelotudeces”.

Secco se sumó a Jorge Ferraresi, de Avellaneda, enfrentado desde hace años con la jefatura de La Cámpora, y fastidiado con el liderazgo de Cristina Kirchner: durante el gobierno de Cambiemos, el intendente fue uno de los principales financistas del Instituto Patria.

Ferraresi hizo trascender que está dispuesto a presentar el año próximo una alternativa a la organización de Máximo Kirchner si el presidente del PJ bonaerense otra vez se apropia de la lapicera para la confección de las listas. La semana pasada, el intendente, que rompió en el verano el bloque de concejales de Lanús, gobernado por el camporista Julián Álvarez, invitó a Amado Boudou a un ciclo de charlas en su municipio. Al ex ministro de Economía, el cristinismo le hizo llegar un mensaje: le pidieron cordialmente que tratara de no lanzar ninguna crítica airada. Boudou le guarda a Ferraresi un reconocimiento que perdura en el tiempo: fue quien lo cobijó junto a su familia en el distrito en los momentos de mayor rechazo social y político.

Como Ferraresi, también como Kicillof, hay un montón de colegas que todavía mastican bronca por cómo el jefe de La Cámpora administró el año pasado el cierre de listas, encerrado la noche de la presentación en la Justicia electoral en la oficina de Martín Insaurralde en la residencia platense de la Jefatura de Gabinete antes de que el ex funcionario cayera formalmente en desgracia cuando se viralizaron sus fotos de paseo con una modelo en la costa del sol española a bordo de un yate de lujo, en plena campaña.

A pesar de ese episodio grotesco, aunque vapuleado social y políticamente, el ex jefe de Gabinete aún conserva su cuota de poder: maneja la Legislatura bonaerense a través de Juan Pablo de Jesús en sociedad con Facundo Tignanelli, el delegado de Máximo Kirchner.

Ferraresi y Secco están expectantes. También Larroque y un puñado de dirigentes del Gran Buenos Aires, que pretenden que Kicillof rompa la sociedad que, solo en lo formal, lo une con el jefe de La Cámpora. El gobernador solo responde a Cristina Kirchner. No hará nada que no tenga el aval de ella.

En la provincia de Buenos Aires, sin embargo, hay un tercer actor de peso: Sergio Massa.

Ayer, en su descargo público, Recalde deslizó no solo una crítica directa a Larroque. Dijo además que el kirchnerismo no había tenido candidato presidencial en las elecciones del año pasado. Es decir, se desligó de la candidatura de Massa. Una extrañeza si se tiene en cuenta que, por ahora, la relación entre Massa y Máximo Kirchner sigue igual de robusta que el año pasado.

Al jefe de La Cámpora le disgusta que las internas se diriman públicamente en boca de dirigentes cercanos. Kirchner sigue de cerca el proceso de Milei. Cree que hay que esperar.

Lo cierto es que su estilo de conducción cosecha cada vez más adeptos, a pesar de que la agrupación sobrevivió a la catástrofe electoral del año pasado con una buena cantidad de triunfos en distritos cruciales como Quilmes, Lanús, Mercedes o Bahía Blanca.

El PJ en territorio bonaerense no escapa en ese sentido a la crisis de liderazgos que sobrevuela a todo el sistema político. La distancia que separa a estos días del 2025 puede recomponer esa emergencia o, por el contrario, puede agravarla. Por el momento, la disputa de las diferentes facciones del peronismo en la provincia de Buenos Aires contaminan cualquier discusión. Un ejemplo es el debate por la nominación de los postulantes a la Suprema Corte bonaerense, que en los próximos meses deberá encaminar una resolución cuando se efectivice la salida de Luis Genoud por jubilación y el tribunal quede con solo tres miembros. Por ahora, no hay acuerdo sobre los candidatos.

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