En Argentina, en el mundo y en Boca, se viene la batalla final entre Massa y Macri.
Compiten para ver si el ministro llega a la Casa Rosada, o gana Milei, el candidato del ex presidente. Compiten por el apoyo del dirigentes en Iberoamérica y en la politizada interna xeneize.
ACTUALIDAD16 de noviembre de 2023Karukinka NoticiasPensar que sucedió hace apenas siete años. El 22 de enero de 2016, en el rudo invierno europeo, Mauricio Macri presentaba a Sergio Massa como el joven dirigente que pronto iba a conducir el peronismo y a convertirse en el próximo presidente cuando él dejara la Casa Rosada. Lo había invitado al Foro Económico de Davos y se lo había presentado también a Joe Biden y a James Cameron con el mismo speech. Y lo había repetido en una conferencia de prensa ante los principales medios del planeta.
En su correcto inglés y sentado junto a su ministro de Economía de entonces, Alfonso Prat-Gay, Macri hablaba maravillas de Massa y lo seguiría haciendo durante todo el año. Massa se mostraba lejano al kirchnerismo, al que había derrotado dos años antes, y consultaba la mayoría de sus decisiones con el salteño Juan Manuel Urtubey y el economista Diego Bossio. La idea era publicitar una Argentina diferente, que mostraba al mundo una relación madura y constructiva entre el Gobierno y la oposición.
El romance duró menos de un año. El 8 de diciembre, Massa presentó en el Congreso un proyecto de rebaja del impuesto a las Ganancias que complicaba el equilibrio fiscal del Gobierno macrista. “Lo llevé a Davos y mirá como me pagó”, fue el reclamo de Macri. A partir de entonces, comenzó a llamarlo “Ventajita” y la relación privilegiada que tenían jamás volvió a recuperarse.
Massa no fue el peronista que desalojó a Cristina del poder. Todo lo contrario. Acordó con ella y con Alberto Fernández para ser la tercera pata del proyecto que derrotó a Macri en 2019 e impidió su reelección. A partir de aquel año, la batalla entre los dos se volvió salvaje y permanente. No hubo territorio del poder donde no se enfrentaran. Lo hicieron cara a cara, o a través de terceros.
Cuando llegaron las elecciones presidenciales de este año, pareció que ambos finalmente se enfrentarían. Pero no sucedió. Por la imagen negativa que tenía, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, Macri prefirió bajarse de la pelea. Pero combatió en la interna de Juntos por el Cambio a Horacio Rodríguez Larreta, a quien acusaba de ser amigo de Massa. Combatió a los radicales como Gerardo Morales y a muchos de sus dirigentes acusándolos de ser aliados estratégicos de Massa. E intentó que Patricia Bullrich terminara siendo la rival de Massa para impedirle llegar a la Presidencia. La candidata terminó tercera y Macri decidió hacer su apuesta más osada. Apoyar al “Loco” Javier Milei para impedirle a Massa la chance de llegar a presidente.
En pocos días, Macri lo ayudó a Milei a conseguir financiamiento para la campaña; lo está ayudando a armar un equipo de fiscales que no pierda por goleada en el Conurbano bonaerense y, sobre todo, le sumó competitividad a un candidato presidencial que ganó las PASO, pero perdió la primera vuelta con Massa porque no ofrecía garantías de gobernabilidad. Junto a Macri, Milei tenía más posibilidades de sumar a los votantes de Patricia Bullrich.
Presidentes versus ex presidentes
No fue el único gesto que Macri hizo por Milei. El ex presidente también movilizó al Grupo Libertad y Democracia, un think tank que lidera el economista Gerardo Bongiovanni y que nuclea a una lista de ex presidentes iberoamericanos en donde tallan el español Mariano Rajoy, el chileno Sebastián Piñera, los colombianos Iván Duque y Enrique Pastrana, los mexicanos Felipe Calderón y Vicente Fox, y el boliviano Jorge “Tuto” Quiroga.
A todos ellos se suma un peruano que no llegó a presidente por muy poco. El premio Nobel Mario Vargas Llosa, quien alumbra a todos desde Madrid con sus pergaminos y que alimenta el ideario liberal después de una juventud como militante de izquierda. “¿Cuándo se jodió el Perú, Zabalita?”, preguntaba el escritor en el consagratorio “Conversaciones en la Catedral”. Ahora todos ellos, de la mano de Macri, apuestan a que Milei se convierta en el próximo presidente argentino. No será un liberal de Adam Smith, pero tampoco es tiempo de ponerse exigentes.
Allí están entonces, rezando para que la escuela económica austríaca penetre en los cordones del Gran Buenos Aires.
La respuesta de Massa no tardó en hacerse pública. Esta semana, en formato de videos editados especialmente para las redes sociales, le hicieron llegar sus respaldos públicos el presidente de España, el socialista Pedro Sánchez que va en camino de un nuevo mandato en la Moncloa y que se comunicó con Massa después de una gestión de otro socialista español: José Luis Rodríguez Zapatero. También el brasileño Lula, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el colombiano Gustavo Petro y el uruguayo José “Pepe” Mujica, que ya no es presidente pero que sigue siendo la voz más escuchada de la izquierda uruguaya.
El “Perro” Sánchez, como lo llaman por su habilidad extrema para ir venciendo adversarios acudiendo a cualquier metodología con tal de conservar el poder, no se privó de criticar a Milei en el pleno del Congreso español donde se jugaba su propia continuidad. Trazó un paralelismo entre los derechistas extremos de Vox y el libertario argentino, y alertó sobre el peligro de los ultras para las democracias. Mientras, cocinaba su reelección regalándole una polémica amnistía a los separatistas catalanes que atentaron contra la Constitución en 2017, y pactando con el partido vasco que lleva como candidatos a ex terroristas de ETA.
Parecidos hasta físicamente y de casi la misma edad, Massa (52) puede competir con Sánchez (51) en capacidad de supervivencia política, pero tendrá que aprender algunos trucos relacionados con la gestión. La España del “Perro” Sánchez tiene 3,5% de inflación anual, más de 21 millones de empleados con empleo registrado y se estabilizó como la cuarta economía de Europa.
Boca, la pasión y la interna más caliente
Uno de los campos de batalla menos conocido en los que compitieron fue la interna de Boca Juniors. En 2019, Massa fue el operador principal para que Juan Román Riquelme respaldara a la lista de Jorge Ameal y vencieran al macrista Christian Gribaudo, interrumpiendo así dos décadas de macrismo en Boca que se había iniciado con Macri en 1995 y habían continuado con Pedro Pompilio y Daniel Angelici. Massa y Riquelme se conocen desde hace mucho tiempo; comparten la simpatía por el club Tigre y comen asados de tanto en tanto. Cuando el ahora candidato consiguió que Román se involucrara en la poderosa interna xeneize, la victoria sobre el macrismo se volvió inexorable.
Ahora, Riquelme se encaminaba tranquilo hacia una reelección hasta que Boca fue derrotado en la final de la Copa Libertadores por los brasileños del Fluminense en el estadio Maracaná. Macri olió sangre y decidió acompañar a quien fue su ministro de Infraestructura, Andrés Ibarra, como candidato a vicepresidente. Y algo más: sumaron a Martín Palermo (enemigo histórico de Juan Román) como futuro director técnico del club si logran vencer en la interna del 2 de diciembre. Buena jugada.
Massa no lo dudó un segundo y se volvió a involucrar en la política interna de un club del que no es hincha. Consiguió que Riquelme se reconciliara con Ameal y sumaran, además de algunos empresarios amigos, al todavía influyente Enrique “Coti” Nosiglia. Uno de los dirigentes radicales porteños a los que Macri mira con desdén. Todo cierra perfectamente y la batalla se repite hasta el infinito. Solo dos semanas después de la elección presidencial, la batalla Massa-Macri tendrá su capítulo en Boca.
Claro que ahora los dos están concentrados en la elección del próximo domingo. Massa quiere ser presidente, y Macri ya lo fue, aunque le gustaría volver a serlo. Y muchos de quienes lo conocen juran que a Mauricio le brillan los ojos cada vez que comprueba la popularidad del liberalismo desenfrenado y la incorrección política de Javier. Las interpretaciones psicológicas no siempre explican las decisiones políticas. Pero a veces sí.
Si Massa derrota a Milei y se convierte en presidente, Macri acelerará su viaje hacia las fronteras donde se extingue el poder. Pero si el libertario llega a la Casa Rosada e inaugura un ciclo diferente en la política argentina, Macri podrá disfrutar siendo un aliado estratégico y poderoso del nuevo e inesperado presidente.
Todas las encuestas señalan que una u otra posibilidad dependen de un resultado muy estrecho. El miércoles por la noche, tres días antes de la elección presidencial, Massa decía en TN que si él es presidente y Macri maneja el mayor bloque en el Congreso le daría la Oficina Anticorrupción y la mitad del directorio del Banco Central. Un círculo perfecto, aunque invertido, de aquella alianza política que ensayaron en Davos y que jamás se materializó.
Demasiado romanticismo político para un país que juega a la autodestrucción mientras marcha alegremente hacia el abismo.