“¿Y Mauricio…, al final vas a ser candidato a presidente?”
Es la pregunta que le hizo a Macri un presidente extranjero. Y es la misma que se hacen acá dirigentes y empresarios. Larreta y Bullrich creen que la disputa será entre ellos y aceleran
NACIONALES02 de febrero de 2023Karukinka NoticiasFue mucho antes de las tertulias en el bosque de Cumelén. Antes de Horacio, con Milagros (Maylin), y antes de Patricia, con Guillermo (Yanco). Y de Horacio de nuevo, en esta semana.
El lunes 7 de noviembre, hace poco menos de tres meses, Mauricio Macri le envió un mensaje de whatsapp a Benjamin Netanyahu, el dirigente que durante más tiempo gobernó a Israel: 15 años.
“Bibi”, como le llaman sus amigos, había vuelto a ganar las elecciones en su país. Esta vez, había armado una coalición de extrema derecha junto a sectores ultra ortodoxos y al partido Sionismo Religioso. El experimento le dio muy buen resultado y terminó aventajando al candidato del gobierno, Yair Lapid.
Durante su mandato, Macri desarrolló una buena relación con Netanyahu y por eso lo felicitó apenas se enteró de su triunfo. Fue el único político argentino que lo hizo. El perfil de derechista duro del líder israelí espanta a algunos otros dirigentes. Al otro día, “Bibi” le devolvió el llamado y los dos charlaron un largo rato de como veían a Israel, a la Argentina y al resto del planeta.
A los 73 años y con tres períodos en el gobierno de un país en guerra permanente, Netanyahu derrocha autoestima. En estas horas, aprovechó incluso un reportaje con la cadena CNN para proponerse como un posible mediador entre Rusia y Ucrania. Antes de cortar la llamada, “Bibi” le hizo a Macri la pregunta que se hacen muchos de sus amigos, muchos empresarios y que se hacen también muchos dirigentes de Juntos por el Cambio.
- ¿Y Mauricio, al final vas a ser candidato a presidente?
Con Netanyahu, Macri farfulló la misma respuesta que ensaya con todos. Que no lo tiene decidido. Que cree que no, pero que va a esperar por lo menos hasta marzo o abril. Es lo que le escuchan quienes lo van a ver Y es lo que le escucharon Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich en la serenidad de Cumelén.
Los dos presidenciables mejor posicionados del PRO creen que Macri no va a jugar la carta de su candidatura. Patricia parece más convencida. Horacio un poco menos. “Hay que estar preparado para todo”, les ha dicho a sus colaboradores más cercanos. La posibilidad de una interna de tres candidatos presidenciales en el PRO preocupa a todos sus dirigentes.
Que las primarias se conviertan en una pesadilla electoral. Que ir divididos los ponga en inferioridad de condiciones con los radicales. Que la fragmentación favorezca al peronismo, cada vez más jugado a la alternativa de Sergio Massa candidato con apoyo de Cristina. O que se pueda meter Javier Milei, el tercero en discordia con un discurso cada vez más agresivo hacia Juntos por el Cambio. Todas las opciones aterrorizan a los hijos de Mauricio.
Porque la interna del PRO es una interna psicológica. Mauricio es el padre, el que fundó el PRO, el que lo llevó a ganar primero la Ciudad y después la Presidencia. Y el que gobernó la Argentina durante cuatro años, pero no pudo lograr la reelección por errores propios. Y ahora tiene que ayudar a encontrar al mejor heredero entre Horacio y Patricia cuando todavía no siente que sea el momento de retirarse. Su padre, Franco, jamás le confió el mando del grupo empresario familiar y, por esa razón, él probó suerte en la política con la presidencia de Boca, y después lo hizo con el país. Cuánto diván hay en una sola interna partidaria.
Rodríguez Larreta y Bullrich tienen buenas razones en desconfiar de las débiles garantías que les dio Macri en la atmósfera extraña de Cumelén. El ex presidente recibe a otros dirigentes y a muchos empresarios con un discurso que no parece el de alguien que vaya a facilitar la sucesión. Se enoja e insulta cuando habla de la moderación de Horacio o de la desorganización de Patricia.
Hace un par de meses, habló con un economista de un banco importante y lo ametralló durante una hora y media con preguntas y pedidos de perspectivas argentinas e internacionales. “No eran las preguntas de alguien que necesita datos personales; eran todos planteos de escenarios posibles para alguien que se dispone a gobernar el país”, se sorprendió su interlocutor. Esa tendencia se ha ido repitiendo y agudizando.
Hay datos que llaman la atención. Uno de los dirigentes que lo acompañan a Macri, el ex secretario de Relaciones Exteriores, Fulvio Pompeo, viajó en los últimos días a España y a Italia para contactarse con miembros del Partido Popular español y del flamante gobierno italiano de Giorgia Meloni. Son contactos internacionales que el ex presidente sigue cultivando. Pompeo, junto al larretista Fernando Straface, y al bullrichista Federico Pinedo, conforman la mesa de política exterior del PRO.
En la interna freudiana del PRO, Horacio es el hijo perfecto. El que cuidó (y hasta mejoró) la administración de la Ciudad, y el que arma equipos y se viene preparando para competir por la presidencia. Y Patricia es la hija pasional, arrebatada, que promete ir contra todos para cambiar como sea la decadencia que construyó el kirchnerismo. “Somos como la serie Succesion”, ilustra un macrista con demasiado cine encima. “Mauricio es Roy Logan y juega a ilusionarlos: Horacio es el candidato de la cabeza y Patricia la candidata del corazón, pero no quiere entregarle el mando a ninguno”. Son varios los que se divierten con la alegoría de la exitosa serie de HBO. Pero el asunto no es nada divertido.
En los equipos de Rodríguez Larreta y de Bullrich prevalece la idea de que Macri, finalmente, permitirá que haya una PASO entre ellos (y eventualmente un candidato radical que podría ser Gerardo Morales o Facundo Manes) para dirimir la candidatura presidencial de Juntos por el Cambio. El Jefe de Gobierno de la Ciudad suele recordar que Mauricio lo respaldó en 2015, cuando debió dirimir la postulación porteña con Gabriela Michetti, quien no solo era la Vicepresidenta sino que le llevaba también entre ocho y diez puntos en las encuestas. Aquel respaldo de Macri fue fundamental para que pudiera dar vuelta aquella elección.
En las oficinas de Bullrich también atesoran argumentos para fortalecer el optimismo. Tienen de su lado a varios dirigentes que trabajan para la candidatura de Patricia, pero que volverían de inmediato a las filas de Macri si este decidiera jugar la personal. Cristián Ritondo, Néstor Grindetti y Hernán Lombardi se mueven en esa zona de doble bandera donde nada parece estar definido.
Es diferente y muy particular el caso de María Eugenia Vidal. La ex gobernadora transitó una extensa parábola que la llevó a dejar la Provincia, enojada porque Macri no le permitió desdoblar la elección bonaerense cuando se venía la derrota en 2019, y a aceptar la oferta de Rodríguez Larreta en 2021 para terminar siendo candidata a diputada nacional por la Ciudad.
Ahora, Vidal afirma públicamente que también es precandidata a presidenta con una definición sorprendente que le hizo la semana pasada al diario La Nación. Mariú enfrentaría a Horacio en una interna presidencial del PRO, pero se bajaría de la pelea si el candidato fuera Macri. Ese matiz, irrelevante para algunos, golpeó el corazón sensible del larretismo. Los dos fueron compañeros en el fundacional grupo Sophia, en el paleozoico del macrismo, pero Vidal intenta afirmar su protagonismo desafiando a quien pertenece a su segmento generacional.
La trama psicológica del PRO no descansa, aunque también tiene sus caminos alternativos. En el caso de Vidal, quienes mantienen vínculos tanto con Macri como con Rodríguez Larreta, la mencionan como una carta de solución para la indescifrable interna de la Ciudad. Allí compiten Jorge Macri, Fernán Quirós, Soledad Acuña, Emmanuel Ferrario y el radical Martín Lousteau, a quien Larreta le garantiza la participación en la interna como candidato. Vidal podría terminar siendo una candidata fruto de la negociación entre el ex presidente y el Jefe de Gobierno porteño, hipótesis que María Eugenia descarta. ¿Qué pensará Patricia?
Hasta ahora, la campaña de Rodríguez Larreta y de Bullrich está centrada más en las imágenes del verano que en los avances territoriales. La foto Beatle de Horacio en Mar del Plata; la foto familiar de Patricia con Macri en Cumelén, y la foto que también se llevó Larreta, pero solo con ellos dos. El ex presidente lo observa y el Jefe de Gobierno levanta una taza de café, una actividad que suele traerle alguna complicación por el temblor esencial que lo aqueja, una dolencia benigna que jamás oculta.
Bullrich también se fotografió con todos los dirigentes de Juntos por el Cambio de Córdoba, una provincia en el que la extrema confrontación interna le hizo perder la capital provincial a la UCR hace cuatro años. Y Rodríguez Larreta pasó por La Pampa, para apuntalar al precandidato del PRO a gobernador, Martín Maquieyra, quien enfrentará el 12 de febrero al radical Martín Berhongaray, en la primera elección interna del año. Al ganador lo espera una batalla con el mandatario provincial, el peronista Sergio Zilotto.
Aunque Rodríguez Larreta y Bullrich no terminan de confiar en la promesa de Macri de no lanzar su candidatura presidencial, ambos creen en un factor definitorio. Las encuestas que manejan los dos precandidatos indican que al ex presidente no le darían los números para poder ganarle una elección al kirchnerismo, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Es en los partidos del conurbano bonaerense, que maneja el peronismo, donde Macri tiene la imagen más negativa y la intención de voto más baja.
Los sondeos bonaerenses que contratan Massa y el kirchnerismo, en tanto, arrojan resultados parecidos. Por eso, es que el ministro de Economía afirma ante los suyos estar convencido de que el candidato opositor terminará siendo Macri. La predicción, en este caso, se parece más a un deseo que a una certeza.
Dicen que Macri se ríe de las encuestas previas y que afirma en la intimidad que él también le puede ganar sin problemas al kirchnerismo. Es cierto que su imagen negativa ha bajado un poco y que se siente más cómodo en las actividades callejeras en algunas ciudades, como también es cierto que su figura todavía polariza al electorado, y que no convoca a sectores moderados que se vieron perjudicados en el final de su gestión y aún lo rechazan.
Como le sucedió alguna vez a Raúl Alfonsín, a Carlos Menem y después a Cristina Kirchner, Macri debe acertar tomando la decisión correcta. El dilema no es sencillo. Debe optar entre permitir una elección interna que promueva y fortalezca a uno de sus herederos, o bloquear la aparición de nuevos liderazgos privilegiando su apuesta personal. El ego, y él lo ha dicho muchas veces, adquiere en estos casos un protagonismo peligroso.
Alfonsín obstaculizó a sus herederos y los radicales estuvieron más de una década sin regresar al poder. Algo parecido hizo Menem, y terminó favoreciendo la irrupción del kirchnerismo.
Cristina condicionó tanto a Daniel Scioli que casi lo condenó a la derrota. Y cuatro años después prefirió ocultarse detrás de la figura decepcionante de Alberto Fernández. Sus seguidores más religiosos, demasiado apresurados y superficiales en el análisis, lo celebraron como una jugada maestra de la alta política.
Hoy muchos de esos aplaudidores precoces, y Cristina posiblemente también, lamenten hasta el haber ganado las elecciones para construir este presente de inflación, de pobreza y de condena social para demasiadas generaciones.